«Rebelión en la granja», de George Orwell.

Me arriesgo al decir que George Orwell es uno de los pocos autores que gozan del carisma suficiente para que los lectores se sientan atraídos por sus obras. Por supuesto, no es para menos: el señor Eric Arthur Blair —que así es como se llamó en realidad— se encumbró en una época convulsa con sus dos libros más conocidos: 1984 y el libro que hoy nos atañe: Rebelión en la granja.

Este libro, publicado en el año 1945 y con la friolera de setenta y tres años entre sus páginas, narra la breve historia —o fábula, más bien— de unos animales domésticos criados en una granja de Reino Unido. Este paisaje común —con sus partidarios y detractores— se retuerce brutalmente entre los dedos del maestro Orwell para reflejar otra perspectiva de esta realidad que, a priori, no nos extraña un ápice. El autor esboza una visión marxista bajo la que se nos presenta un grupo de seres oprimidos por el yugo del opresor: el ser humano. Un ser humano dueño del capital y fruto del trabajo de los animales, mantenidos en unas condiciones deplorables que invierten fuerza, esfuerzo y tiempo para presenciar cómo el granjero obtiene una plusvalía y les priva de aquellos que ellos mismos han cosechado.
A partir de aquí, dotando a los animales de un raciocinio equivalente al nuestro y cediéndoles la capacidad del habla, Orwell comenzará a no solo a traspasar la famosa lucha de clases que Marx y Engles enunciaban como motor de la Historia a un panorama animal sino que les empujará a la rebelión, considerada como única vía indiscutible de obtener la libertad y hacer de la utópica paz e igualdad una realidad.
No obstante, y sin dar más detalles sobre el libro, veo imprescindible conocer George Orwell para entender qué lo motivó a escribir esta retorcida crítica con un ingenio ácido y corrosivo que busca atentar contra el régimen comunista que Stalin mantuvo en la URSS el siglo pasado, tras suceder a Lenin.
Nacido en una colonia británica de la India y madurando en la humildad, Orwell se encasilló férreamente en un anti-totalitarsmos que marcaría sus decisiones e ideas. Tanto fue así que incluso se enroló en las milicias comunistas para luchar en la Guerra Civil Española contra el bando sublevado pues sentía la necesidad moral de eliminar fascistas. Aquí no solo fue testigo de los horrores del fascismo y el nazismo sino que, además, comprobó la corrupción del régimen estalinista a través del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).
Esto, y la figura autoritaria de Stalin durante la Segunda Guerra Mundial, le bastaron para realizar esta sátira enfundada en una fábula que resulta ser una analogía sencilla pero sorprendentemente aguda de los ideales imperantes en la URSS.

Es una novela breve, ideal para ser leída como desengrasante en caso de terminar un libro denso, que puedes terminar en dos días. ¿Merece la pena? Por supuesto. Independientemente de tu visión respecto al liderazgo de Stalin, Rebelión en la granja está escrito con una habilidad y un cuidado tan excepcional que te aseguro que no malgastarás tu tiempo hojeándolo.
Esperanza, ilusión, osadía, y decadencia, mucha decadencia, son las palabras que definen al libro, rematado con un final tan extremadamente esperpéntico que te dejará con la boca abierta.

5/5

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