«Siega», de Neal Shusterman.


Todos hemos pensando en algún momento de nuestras vidas acerca de la inmortalidad. Si bien esta es una condición antinatural en los seres vivos, el ser humano ha perseguido esa idea y reflexionado sobre ella desde la Antigüedad. Esta cualidad, achacada a divinidades y otras criaturas legendarias en la Literatura, vertebra Siega.

El libro del señor Shusterman nos presenta una realidad futurista en la que el ser humano ha logrado dominar hasta tal punto la vida que la muerte (natural) ha sido relegada de la mente de toda persona a una dimensión fútil. El planteamiento de una sociedad en la que la mortalidad es nula gracias a una inmejorable medicina capaz de revivir a los accidentados me obliga a pensar dos cosas: la primera, «menuda pasada»; la segunda, «qué horror».
Ante la peliaguda coyuntura de un mundo que arrastra una exagerada sobrepoblación, el mundo de Siega posee un personal de élite, denominados «segadores», encargados de cribar de manera aleatoria a una determinada cifra de personas al año para compensar las muertes que, en otro tiempo, deberían haber sucedido. Así, los protagonistas de la historia, Citra y Rowan, son dos jóvenes reclutados como aprendices de segador con los que aprenderemos los entresijos de este grupo, aceptado por la mayoría de ciudadanos y temido por los mismos, al mismo tiempo que presenciamos distintos tipos de morales personales que nos harán reflexionar más de una vez respecto a lo que es correcto y lo que es ético.
Y es que, si algo vas a hacer mientras lees —además de disfrutar de la narración—, es preguntarte cosas. Plantearte cómo actuarías tú en caso de ser un segador. Se nos dan algunos modelos distintos, cada cual con sus pros y sus contras, y sinceramente terminé el libro más que satisfecho por haber conocido a personajes muy personales y sus distintas perspectivas de cómo hacer su trabajo. El señor Shusterman ha construido notablemente el futuro con el que algunos contemporáneos ya están fantaseando. Tener en cuenta los porcentajes de mortalidad de nuestra (en accidentes automovilísticos, sobredosis, enfermedades incurables…) para que los segadores busquen igualarlos en la medida de lo posible me pareció un detalle más que acertado que reforzó mi convicción de que estaba leyendo un buen libro.

En la actualidad, existen experimentos que buscan revertir el envejecimiento, entendido como una enfermedad más de los seres vivos, para mantenernos eternamente jóvenes y sanos. Sin embargo, de conseguirlo, ¿sucedería lo mismo? ¿Aceptaría la gente la presencia de otras personas con el poder de matarlas en cualquier momento? Para responder a esto habría que recurrir a la filosofía y la supuesta bondad o maldad natural del hombre y de la mujer, aunque apreciando las reticencias generalizadas respecto a la eutanasia uno puede advertir que la respuesta sería un no.

Respecto a mi valoración personal del libro, pienso que leerlo puede proporcionarte una oportunidad ideal para pensar —que nunca viene mal—. Los muchos giros de argumento que aparecen repentinamente y dejan boquiabierto al lector te amenizarán sin duda la lectura. La narración es más bien estándar, no he percibido un estilo lo suficientemente personal como para ser importante, así que tampoco tendrás problemas a la hora de interpretar el texto. Y, como en otras muchas novelas juveniles, no dudes en que encontrarás aventura, acción, intriga y amor —en su justa medida, lo cual agradezco enormemente— dentro de una realidad ahora imposible pero potencialmente plausible en los siglos venidero.

Espero que disfrutes de verdad.

4/5

«Cujo», de Stephen King.


Pese a contar con varios libro mucho más actuales y conocidos por vosotros pendientes de comentar, he optado por dedicar mi segunda reseña a una novela un tanto olvidada de Stephen King —incluso por él mismo, como llegó a reconocer. Y, adelanto, no es perfecta. No es la mejor novela que podáis leer este año. Sin embargo, he logrado discernir entre las páginas una habilidad tan insólita para mí que sentía la necesidad de compartirla.

Stephen King no necesita presentación. Quienes hayáis disfrutado de alguno de sus muchísimos libros sabréis que este escritor ama contar historias. Y no lo digo en plural por la cantidad de textos que ha publicado, sino porque, efectivamente, en una misma obra no es raro tropezarse con muchísimas subhistorias propias de cada personaje —seis principales en total, divididos en dos familias de dos padres y un hijo— que, actuando en un principio como núcleos independientes entre sí, terminan aglutinándose en una misma esfera que supone el desenlace. Cujo no es una excepción.
La sinopsis nos adelanta que un perro provocará muchos problemas tras contraer la rabia. Como espero que os hayáis dado cuenta, parece un argumento muy sencillo. Esto es, de hecho, lo que más me ha fascinado de «Cujo». King consigue esculpir todo un mundo en el que encajar esa historia, haciéndola relucir sin necesidad de seres fantásticos ni aventuras espaciales; todo gira alrededor de gente normal. Consigue trazar a cada personaje con una complejidad impresionante, pudiendo el lector llegar a conocerlos mucho más allá de la relación que puedan tener con el San Bernardo que da nombre al libro.
Estamos acostumbrados a leer historias quiméricas y excesivamente pomposas, repletas de retorcidos giros y datos a cada cual más extravagante. Esta obra es simple. Su sencillez y humildad es lo que, para mí, la hace brillar. La narración es realmente buena, alterando constantemente de puntos de vista de los diferentes personajes. Si bien es cierto que algunos fragmentos pueden pecar de pesados —pues no en cuanto la acción se desarrolla es difícil concentrarse en otra cosa y el ansia por seguir leyendo es irrefrenable— contribuyen a dotar a la obra de un realismo tan ordinario —en el buen sentido de la palabra— que se agradece.

Si lees Cujo, viajarás inmediatamente a una pequeña localidad rural estadounidense —perfectamente plasmada por el autor—. Estarás allí. Puedo asegurarte que así lo sentirás, del mismo modo que serás consciente de la angustia, tensión y frustración que King ha buscado transmitir en los momentos álgidos, caracterizados por un terror psicológico que no te dejará indiferente.
Así que, si estás buscando leer algo diferente o quieres disfrutar de un buen libro —que no siempre es fácil encontrarlo, aunque creamos toparnos con decenas—, yo te animo a darle una oportunidad a Cujo. Y si, nada más terminarlo, te asusta cada perro que veas por la calle, no te preocupes. ¡Se te pasará en dos días!

4/5