«Allí donde van las hormigas», de Plessix y Le Gall


En rara ocasión elijo un cómic como lectura; en rara ocasión consiguen cautivarme del mismo modo en que Allí donde van las hormigas ha conseguido.


Contando con tan solo setenta y dos páginas, esta novela gráfica francesa parece, a simple vista, una lectura fugaz de la que se espera una moraleja final. Por este motivo, temo que haya mucha gente que prefiera no acompañar a Said, el protagonista de esta historia, en su aventura siguiendo a las hormigas. Así que, como primera sugerencia, me gustaría que nadie ignorase esta historia por poder ser leída en una tarde. Y es que Allí donde van las hormigas cuenta con tantos tesoros como cabras hay en el rebaño de Hadj. Pero vayamos por partes.

En primer lugar, las ilustraciones. Viñeta a viñeta podemos disfrutar de esbozos muy mimados en los que me ha sorprendido los muchos detalles apreciables tan solo bajo si los observamos con atención e interés. Al fin y al cabo, estos libros se diferencian de las novelas, principalmente, por dibujar la narración y reducir lo escrito a los diálogos entre los personajes. Así, a la lectura se le suma el arte gráfico que ameniza y entretiene a partes iguales con un estilo entrañable y divertido. Y es que esta historia hace uso de un humor muy visual que casa en su justa medida con la trama desarrollada en las escenas y sus personajes.
Estos —los personajes más relevantes— son siete: seis humanos y una cabra maloliente. El protagonista, Said, comienza como un niño tan inocente que, por no saber, desconoce incluso qué le hace feliz, apresurándose a perseguir la felicidad a ciegas. Este hecho tan poco arbitrario ayuda al desarrollo casi filosófico del personaje al final de la obra, impulsado por las enseñanzas de dos sabios. Pero este tema lo tocaré unas líneas después; Zakia, la cabra, también merece ser mencionada. Aparentemente es una más del rebaño de Hadj, pero posee una peculiaridad que la hace una sola de entre todas las cabras: Zakia habla. Y hablando convence a Said para marchar juntos hacia allí adonde las hormigas van.
Los dos sabios, a quienes yo preferiría considerar filósofos a juzgar por sus cosmovisiones, introducen en el libro la reflexión más popular entre los pensadores del pasado y a partir de la cual voy a comenzar un pequeño análisis: ¿qué es la felicidad? ¿Cómo podemos alcanzarla? Valiéndose de una metáfora muy peculiar, los autores marcan el camino a la eudaimonía —término griego muy discutido entre los intelectuales clásicos que vendría a recoger la felicidad, la imperturbabilidad del alma—. Me ha resultado fascinante cómo el joven Said comienza errando en su búsqueda, marcando antes el camino que el objetivo a alcanzar. Y es que el niño, pese a su juventud, demuestra al principio un deseo casi avaricioso por ser feliz que le lleva al rechazo del saber, imprescindible para averiguar dónde encontramos nuestro bienestar personal. «Lo que ignoro no me hace daño», llega a reconocer.
Todos somos Said, en un principio. Todos creemos ser felices sin nunca habernos preocupado por preguntarnos qué es lo que verdaderamente nos conduce a la felicidad. ¿El amor? ¿La salud? ¿O tal vez el dinero? Sin embargo, la cabra, Zakia, muy ingeniosa, opina que, como ya muchos antes habían dilucidado, «las personas felices no tienen sueños que cumplir». Esta misma idea se ha visto en otras historias tan diferentes como Harry Potter. Ya en 1997, Joanne Rowling —la autora de Harry Potter y la Piedra Filosofal— escribió que «el hombre más feliz de la Tierra puede utilizar el espejo de Oesed —un espejo mágico que muestra a quien se mira en él sus más anhelados deseos— como un espejo normal, es decir, se vería exactamente como es». Esta es la misma idea que tratan de transmitir Plessix y Le Gall a sus lectores.
Por ello, «antes de ir a buscar la felicidad tenemos que aprender cual es para nosotros». Pues la felicidad no es objetiva, como Said comprobará y, del mismo modo, espero que vosotros seas conscientes de a qué me refiero cuando leáis el cómic.

Podréis pensar que no merece la pena, que tenéis centenares de libros esperando a ser comprado como para dar preferencia un cómic de apenas setenta páginas. Sin embargo, la magia que estas historias guardan es que el libro no termina en la última página. Allí dónde van las hormigas termina en tu cabeza, una vez hayas descubierto qué es la felicidad para ti. Una vez seas consciente de qué hormigas tienes que seguir.

Dadle una oportunidad y disfrutaréis.


P.D: Me gustaría agradecer a Babelio (https://es.babelio.com/) por haberme facilitado este magnífico libro en su última edición de Masa Crítica España. Sin ellos, quizá no hubiera tenido la oportunidad de leerlo. Si os gusta leer os recomiendo MUCHÍSIMO esta página, de corazón <3


5/5

«El nombre del viento», de Patrick Rothfuss.


Estoy convencido de que, si eres fan de la literatura fantástica, el título o autor de este libro te sonará.


El nombre del viento es la primera entrega de la trilogía “Crónica del asesino de reyes” que, a día de hoy, está incompleta a falta de que el señor Rothfuss publique el último libro. Cuanta con 872 páginas en edición de bolsillo y, he de reconocer, que cada una de ellas está repleta de imaginación.
La desbordante creatividad del escritor le ha llevado a contar una historia dentro de otra historia. Y es que, por medio del personaje de Cronista, Kvothe, el protagonista, nos cuenta la historia de una leyenda: la suya propia. En ella aprenderemos la dura vida que el joven vivió en la orfandad esforzándose en asistir a la Universidad para incrementar sus notables habilidades en diferentes disciplinas.

Para mí, la trama es entretenida de seguir e incita a pasar página; sin embargo, este libro alberga un “punto débil”. Al girar única y exclusivamente alrededor del protagonista, el lector corre el riesgo de no llegar a concectar del todo con el protagonista. Esto demuestra dos cosas: la primera es que el señor Rothfuss esbozó lo suficientemente bien al personaje de Kvothe que su complejidad se hace realista; la segunda es que, como en la vida real, hay personas con las que uno no puede estar. En mi caso, acabar el libro resultó tedioso. No por el mundo, no por la narración, sino porque, simplemente, no me gustó el protagonista. Prefería ahondar más en otros individuos o conocer mejor las características e historia del mundo en el que se localiza la aventura. Por desgracia, las referencias a todo eso más allá del protagonista fueron paupérrimas. Es cierto que es lógico si consideramos que el propio protagonista narra su historia, pero ello no es excusa para pasar de puntillas sobre ciertos temas que habrían ayudado a dar más vitalidad al libro.

Pese a que llegó a atragantárseme, he de ser franco: este libro merece mucho la pena. Allí donde he preguntado tan solo me he topado con buenas impresiones; algunas incluso posicionaban a El nombre del viento en el puesto del libro favorito. Potencial no le falta, y los pequeños detalles que uno puede desenterrar a medida que lee —como el trato de las diferentes lenguas y razas— me resultaron excepcionalmente bien cuidados.

Si decidís aventuraros a través de sus páginas os advierto de antemano que es una lectura extensa para disfrutar con sosiego; las prisas serán vuestras peores enemigas con este libro y, como en la mayoría de libros, no os recomiendo hacer pausas muy extensas (como de una semana), pues corréis el riesgo de perder el hilo y desengancharos.
También sé que muchos y muchas ya lo habréis leído, así que, por favor, decidme en comentarios vuestra impresión al respecto, estaré más que encantado de leeros y responderos. Muchas gracias.



4/5