Como
resulta lógico, las novelas que toman la Segunda Guerra Mundial como marco
histórico en el que desarrollar la trama suelen, por lo general, mantener el
foco en Alemania o en los diversos campos de concentración que proliferaron en
Europa. Por este motivo, Bajo un cielo escarlata, de Mark T. Sullivan, resulta
llamativa, en primer lugar, por detener la mirada en la ciudad de Milán,
asediada por las tropas alemanas y bombardeada por los Aliados.
En
segundo lugar ―el que más valor aporta a la novela―, llama la atención que lo
relatado, tal y como no explica el propio autor en el prefacio, esté basado en
hechos reales. Hechos documentados que el propio Sullivan recogió directamente
de quien protagoniza este libro, Giuseppe (Pino) Lella.
La
trama gira, pues, alrededor de los hechos que Pino tuvo que vivir en su
juventud. Encontramos muerte, destrucción y una infinitud de horrores perpetrados
por uno y otro bando. Pero también nos muestra la bondad y valentía que en
tiempos tan oscuros y violentos sale a relucir. Somos conscientes de la ardua
(pero necesaria) misión que los cristianos milaneses tomaron escoltando a los
judíos rumbo a Suiza atravesando los peligrosos Alpes. Nos transmite el miedo y
la tensión a ser fusilados por cobijarlos y esconderlos de quienes buscaban
enviarlos a los campos «de trabajo forzado», así como el amor de los milaneses
por su ciudad y la gente que la habita, sin reparar en las religiones que
pudieran diferenciarlos.
Los
personajes no podrían ser más humanos. En ocasiones, por desgracia, se muestran
tan realistas que su humanidad queda retorcida por la vileza de la guerra y
encontramos monstruos. Esto supone un testimonio escrito, extraído de los
recuerdos del señor Lella, de la deshumanización que cualquier conflicto bélico
acarrea y de los traumas que puede grabar en la memoria de quienes fueron
testigos ―o incluso perpetradores― de actos inhumanos. Pareciera que el lector,
a medida que va pasando las páginas, evoluciona con el propio Pino; el
sobresalto al ver un cadáver al inicio, y la impasibilidad al final por ver
cientos y cientos de cuerpos amontonados.
La
lectura es rápida y absorbente. En apenas tres días, y pese a sus 570 páginas
de historia, puede ser terminado sin problemas. Simplemente necesitas conocer
más de la historia. Ningún momento parece propicio para colocar el marcapáginas
porque el ritmo no se detiene ni en un párrafo. Sin olvidar que estás ante un
testimonio real ―al que se le ha añadido cierta dosis de ficción,
evidentemente, para construir una novela dialogada y no unas simples memorias―,
llegas a sentir que no puedes hacer que la historia se detenga. Es como si el
propio señor Lella te estuviera narrando su pasado.
Bajo
un cielo escarlata es la mezcla ideal de lucha, aventura, responsabilidad,
romance ―en su justa medida, lo cual se agradece―, tensión y, pese a todo y
sobre todo, Humanidad. Es el sentimiento de justicia lo que vertebra la obra,
lo que impulsa a los personajes a actuar
siguiendo su propia moral; a arriesgar sus vidas en cada capítulo por hacer lo
correcto cuando podrían conformarse con elegir lo fácil. El sueño de la razón
podrá producir cuantos monstruos quiera; es en los momentos más oscuros cuando
la luz, por diminuta que sea, brilla con más intensidad.
5/5